viernes, 9 de octubre de 2015

A la pega, por el cerro San Cristóbal

Ando en bici porque es entretenido. Pero también ando en bici porque es gratis, y casi más rápido que andar en micro y muchísimo más cómodo que andar en metro. Además, logro hacer de la rutina diaria de viajar a la pega algo más amigable. Y fue para variar esa rutina que comencé a irme #alapegaencleta, pero por el Parque Metropolitano. Sí, por el cerro San Cristóbal, y les digo algo? Es increíble.

A pesar de los años que llevo andando en bici, nunca fui muy asiduo del cerro, así que no sabía a lo que iba… ah, ando en una bicicleta de una velocidad.


El lunes 28 de sep partí, tipo 8.15 y me sorprendí con la primera subida. Por lo que me acordaba, era super empinada, pero resultó ser menos de lo esperado. Ese día llegué hasta el cruce con la bajada a Pedro de Valdivia.

De ida, me demoro casi lo mismo que irme por av. Providencia, pero por el cerro hay sudor, dolor y frío, silencio, reflexión y desconexión… y la recompensa de la bajada.


Hoy, a dos semanas, ya no solo subo en la mañana, si no que a la hora de almuerzo me escapo y subo por la entrada de La Piramide, almuerzo en la Plaza Antilén y bajo a Pedro de Valdivia. Le paso a dar un beso a mi mujer, y me devuelvo a la pega, con el ánimo recargado para poder sobrevivir encerrado en una oficina.

Ojalá que toda la gente que pueda, se atreva a hacer este recorrido. Es un poco complejo al comeinzo, pero creame que vale la pena. Si ud quiere intentarlo, le recomiendo parta el día sábado sacando el cálculo de cuánto se demora y tanteando el terreno.


lunes, 22 de junio de 2015

el día en que consideré en irme de Santiago

ilustración de Naturali ;)


Ayer domingo se decretó emergencia ambiental para hoy lunes en Santiago, o mejor dicho, en la Región Metropolitana.

Bueno, a estas alturas, no suena muy llamativo: las palabras "pre-emergencia", "restricción" y "contaminación" conviven con nosotros desde hace unos 30 años.  Desde que tengo uso de razón que ha existido eso de "oye, atento con la restricción ¿qué dígito tocaba hoy?", sobretodo antes, cuando no existían los autos catalíticos, y los dígitos se sucedían sin parar. Luego llegaron los autos con convertidor, y de pronto todo sonó a magia, como que daba lo mismo: el aire iba a mejorar, ¿qué más daba comprarse un auto, bencinero o diesel?

Eso creíamos, ¿verdad?

Ayer domingo fui a un evento en Estación Mapocho, y al salir de ahí a las 16:00, vi una sopa de aire espeso, de color gris. No era aire, era bruma seca con partículas, se podía sentir en la garganta, en cada bocanada. Este aire no es aire, es humo, picando en los ojos, en la nariz...

Y me dije "vivo justo al centro, esta sopa me ve dormir, caminar, despertar, a veces no se ven los cerros de Renca, ni siquiera el San Cristóbal en forma nítida." Y me sentí como sin escape, pensando "cuánta porquería  me meto en los pulmones cada día, y así mismo los niños, los viejos, la gente toda de Santiago". Luego pensé "y para peor, la gente está cada vez más violenta, el estrés y el hollín nos come el espíritu, no sólo en la capital, en muchas ciudades...".

Me dije: "¿No será hora de pensar en irse de Santiago?".

Para muchos, la respuesta es "sí". Para mí no, si pienso en trabajo, en crecer profesionalmente, y sobretodo, en pensar una nueva ciudad, articulada desde lo humano.

Para mí no es solución pensar en irme de Santiago, porque mi lugar, por ahora, está acá, profesionalmente, y en todo sentido. También pienso en que cada día, muchos ciudadanos usamos la bicicleta como un medio alternativo, o complementario al sistema de transporte actual de Santiago, no como su única solución (no somos tan ilusos, ¿eh? aunque bien podemos pensar en una población menos sedentaria y más determinada). Con esto, creemos poner un granito de arena en un proceso que nos afecta a todos.

Santiago está enfermo, no hay duda de eso. Hoy se le prohibió la circulación al menos a todos los dígitos de patentes de automóviles sin convertidor catalítico, y al menos a 4 dígitos de los que sí prometían menos contaminación, además de la paralización de cerca de 2800 fuentes de emisión de gases fijas. Todas estas medidas son las correctas, se dejaron de lado por mucho tiempo, pero al fin se hace algo. ¿Baja el nivel de contaminación? Claro, pero vuelve, como las soluciones parche, siempre vuelve el problema. ¿En qué herramienta confiar? ¿En quién?

Confiamos y ponemos nuestra esperanza en la lluvia, en el Estado, en instituciones privadas o sociales para que todo mejore, para estar menos contaminados en esta cuenca y en otras ciudades del país. Sin embargo, acá viene el tirón de orejas: nosotros mismos somos la fuente de emisión, nosotros tenemos parte de la solución. ¿Qué hemos hecho? Nada. ¿Pedaleamos, caminamos, consideramos compartir el auto, o le exigimos a los políticos por los que votamos que realmente se pongan de nuestro lado, no del lado de intereses del empresariado? No, nada de eso. Miramos el cielo lamentándonos.

La solución, como siempre, la tenemos nosotros, la ciudadanía. Hay que mover más las voluntades propias, dejar de lado el individualismo, y pensar en la comunidad para que el cambio, ese cambio de verdad, que todos soñamos, realmente comience. De otro modo, estamos fritos.


miércoles, 9 de julio de 2014

La ciclista "pedante" y el automovilista frustrado



Ayer, por tres cuadras, me convertí en ese personaje detestable: el o la ciclista "pedante".

Es ese ciclista que va pedaleando tranquilamente, contento ahí afuera de la carrocería del pobre automovilista, atrapado en el taco. Ese ciclista que, eventualmente, llega a un cruce de calles, y debe esperar a que pasen los peatones, como debe ser...

...hasta que detrás suyo siente un bocinazo descomunal. Uno de los automovilistas de turno le ha destemplado hasta las tapaduras con su claxon: quiere pasar, obviar a la masa de peatones, dejar a un lado al ciclista. ¿por qué está en su camino? No lo entiende.

Miré hacia atrás para ver quién me pedía pasar, y vislumbré un taxi, patente naranja. Velozmente, sin peatones por delante, me dispuse a seguir por la calle, y detrás vino el taxista, haciendo rugir su motor, como si pudiera volar acelerando en 100 metros de calle. Pasó por mi lado mirando con furia, mientras yo me reía.

¿Por qué me reía?
Porque la calle también me pertenece, y el automovilista no iba a llegar muy lejos.

Al virar en la siguiente calle, el taxista se encontró con un taco: calle Marcoleta, antes de llegar a Carmen, decenas de camiones, motos, autos, camionetas, todos compactados como edificios. El taxista furibundo quedó al principio de la cuadra, detenido, y yo pasé por su lado derecho, luego pudo verme por el frente de su capó: lo miré con una sonrisa, sin tocarlo, sin más.

No quería burlarme, pero...¿qué había sacado él con su pique de Fórmula 1, con su bocina?

Así mismo, pude llegar a Carmen antes que nadie, con el cuidado respectivo. Peatones a salvo, yo a salvo, lejos de imprudencias.

Una vez más, la bicicleta fluía, como agua entre las piedras.
Y el taxista furibundo sólo alcanzaba a suspirar detrás de su volante.


miércoles, 19 de marzo de 2014

Edificios detenidos y otros laberintos



Usualmente voy por calles sin mucho tráfico para irme a la pega, y hoy había un cónclave de buses y camiones justo en la calle que más uso. Era curioso, y hasta gracioso, porque los taxistas, como una, usan esta calle para evitar otras avenidas más grandes, con tacos, como Carmen, y se encontraron con una pared de carrocería y fierros. Yo misma me vi entre dos moles inútiles, esquivando, escurriendo a velocidad prudente. Salí victoriosa, por cierto, y sin peligro alguno.

Igual hoy escuchaba en la mañana todos los tacos que se produjeron en Santiago: eran más de 10, y todos en calles de alto flujo, en cruces críticos, en túneles urbanos. Además, una se acuerda del 12% de aumento anual del parque automotriz en la capital chilena, y cómo no hay desincentivo alguno por parte del Estado, para que no tengamos una calidad de vida tan precaria, todo por la mala relación usuarios/regulación/infraestructura vial.

Queda para rato, sí. No quiero poner mi fe en personajes políticos, ni en el gobierno de turno, pero creo que un buen plan de educación vial, sólido, a largo plazo, vinculado a la enseñanza básica y a los apoderados, sería el primer paso de muchos para generar un cambio de verdad. Al menos el intendente actual de Santiago, el señor Orrego, la tiene clara. Es usuario de bici en forma regular, y desde hace años, me han contado.

Pedaleemos con conciencia, y sigamos circulando por la calle, que es lo que falta en Santiago. Y no olvidemos que la calle es de todxs, con precaución.

viernes, 14 de marzo de 2014

3 kms. extremos



Mi tramo de la casa al trabajo y del trabajo a la casa es ínfimo: 3 kms. muy sencillos, que recorro más que nada por calzada, muy poco por ciclovía.

Ayer volvía veloz a casa, en esta ruta: Bustamante a Ramón Carnicer, de ahí a Bilbao, que luego se transforma en Curicó, de ahí a Carmen, para llegar a mi casa. Este tramo tiene más ciclovías que el tramo de "ida", así, tipo 19:00, se satura con ciclistas y autos que viran para irse a casa.

Todo partió con una micro atravesada en la ciclovía + cruce de Curicó con Fray Camilo. Un ciclista con rutera ya estaba alegando pegado a la carrocería. El conductor de micro ni se dio cuenta, probablemente. Una vez se movió, pudimos retomar la ciclovía hacia "abajo".

En la ciclovía de Curicó, donde hay una bencinera en la esquina de Portugal, una moto MadAss con medio cuerpo sobre la ciclobanda amenazaba con tirarse. Gentilmente, le dije "¡Frúncete un poco!", con 6 o 7 ciclistas detrás mío. Adelante, una camioneta con su cola en plena ciclovía nos cerró el paso, y detrás se metió el mismo motorista. Lo miré en la luz roja, y le dije "Pero no te metas por acá, pues... te van a pasar un parte, y no te corresponde estar acá". El tipo asentía con algo de culpa.

Gran cosa, después la moto se perdió en la calzada, como debía ser.

A la siguiente cuadra, un señor de tercera edad caminando con un coche, y dentro del coche un bebé pequeño, en sentido contrario al tránsito de la ciclovía. Pasábamos masas de 100 kilos, de 70 kilos muy rápido, por su lado..."Señor, es muy peligroso! salga de acá!".

Ni se inmutó...

Acto seguido, un ciclista me sobrepasó por la derecha, rozándome, mientras balbuceaba algo con rabia. Seguramente le parecí muy lenta, al bajar la velocidad para no pasar a llevar el coche con guagua.

"Otro conductor de auto estresado que se ha trasladado a la bici"...pensé.

De ahí doblé hacia Carmen, tomando su ciclovía. En la entrada de un edificio, a menos de una cuadra de mi casa, un automóvil se posó delicadamente sobre mi camino (señalado con "cruce de ciclistas, preferencia, cuidado") y abría el portón lentamente.

"¿Me dejas pasar por delante? Gracias!" le ofrecí una sonrisa, mientras metía muy lento la bici en el metro que quedaba entre su parachoques y la entrada al estacionamiento, hasta que ¡Oh, sorpresa! Me echó el auto encima. Mi reacción no fue la mejor, pero mantuve la dignidad. "Espérate un poco, porfa! qué te pasa!".

Esos fueron sólo 3 kilómetros, donde queda patente cómo volvió marzo con brutalidad, y de paso, nos quitó el sentido común en las calzadas, ciclovías, veredas...¿Lección? buscaré una ruta alternativa para volver a casa. A ver si así logro contarles algo positivo la próxima vez.




jueves, 20 de febrero de 2014

El estampado

Tuve un mal día. Sólo quería irme a la casa y ni siquiera irme rápido. Lo de los arreglos en una de las avenidas principales en Providencia ha complicado el tráfico camino al trabajo y ahora las micros pasan por calles chicas y en vez de disfrutar de las únicas semanas de tráfico tranquilo del año...
Entonces yo me voy tranquilito por Carlos Antúnez y casi al llegar a Pedro de Valdivia, una amorosa gaia abre la puerta del copiloto y...
Hay gente que tiene la capacidad de endorsar sus errores a los demás. Yo ni siquiera la insulté de entrada, pero creer que pidiendo disculpas quedan exonerados de toda responsabilidad y culpa me dejó con la boca abierta. Finalmente, esta señorita se fue, se desentendió y el que tuvo que ofrecer disculpas por "el mal rato" fui yo. Todo con una sonrisa bien grande y mirando siempre a los ojos.

martes, 28 de enero de 2014

Esta vez el error es mío

Hoy iba al trabajo pedaleando por la vía rápida, como le digo siempre: Diagonal Paraguay al llegar a Vicuña Mackenna, donde fácilmente un 50% de los vehículos doblan hacia el sur, y yo sigo derecho al oriente. Vi cómo un señor de edad, en su camioneta utilitaria blanca, empezó a acercarse a la esquina, y pensé "debería tocarle le campanilla, porque al parecer no me vió, y como sigo derecho...".

Pero me quedé en el supuesto, y no toqué la campanilla, y así de pronto el conductor no me vió, y me hizo una virtual "encerrona", que en verdad era su viraje, sin percatarse de mi existencia. Obviamente, tuve que frenar con cuidado, me dio un poco de susto, y no me pasó nada, ni tampoco le pasó nada al ciclista que iba detrás mío.

La cosa es muy sencilla: los conductores usualmente no ven lo que pasa afuera de las latas de sus vehículos. Los puntos ciegos abarcan con holgura a un ciclista, o a dos ciclistas incluso, y los hacen invisibles, y el viraje parece seguro, hasta que se topan con un fantasma que no avisó, no se quedó atrás esperando el viraje del vehículo mayor, y mucho menos tocó la bocina.


Moraleja para todos los ciclistas: avisemos de nuestra presencia, los conductores van durmiendo, borrachos, distraídos, mirando el celular, y si no establecemos diálogo con ellos, no nos verán.

Para la otra, saludaré efusivamente al chofer de turno, con una sonrisa. Espero no fallar.